Tanner y Blair tenían dos tristes caminos marcados, dos finales prematuros que dieron un giro radical cuando sus vidas se cruzaron. Porque el destino a veces sigue su propia senda. Se conocieron en un hospital, el primero ciego y epiléptico; el segundo con problemas de comportamiento. Empezaron a pasar tiempo juntos, mostrando síntomas de mejoría que los veterinarios evidenciaron en seguida.

Blair no dudaba en tomar la correa de su amigo para guiarlo en los paseos. A cambio, la compañía de Tanner hacía que los niveles de ansiedad de Blair descendieran considerablemente.

Tanner dejó de tener convulsiones y Blair se hizo más confiado. Y su historia de amistad no tardó en hacerse un hueco en los medios de comunicación. Las ofertas de casas de adopción se multiplicaron a raíz de la noticia, y algunos meses más tarde encontraron una familia perfecta donde los dos animales fueron adoptados juntos.